SONETO DEL ADIÓS
No he de volver mis ojos para verte
en esta amarga y cruenta despedida;
sólo me iré sangrando por la herida
que me causó la pena de quererte.
Porque amarte, mi amor, y no tenerte
es la crucifixión para mi vida,
vida que transcurría anochecida
apenas antes ¡ay! de conocerte.
Adiós, aunque te siga amando tanto;
tú serás para siempre mi quebranto;
no he de encontrar para esta pena olvido.
Adiós, ya para siempre habré partido
llevando tu recuerdo atardecido,
en mis ojos nublados por el llanto.